Monday, January 08, 2007

El valor de las lagrimas

Cuando se es niño te enseñan la premisa de que hay que buscar la felicidad, te enseñan a reír, a jugar, a crear personajes idílicos, te crean un mundo de ilusión en torno al amor, al matrimonio, a una carrera, a los hijos, etc.


A ninguno nos enseñaron como manejar el dolor, como soportar la opresión que se siente en el pecho a punto de estallar, como manejar esa sensación de querer salir huyendo a ninguna parte, arrancarte las ropas, los cabellos y dejarte sin sangre en el cuerpo. Nunca nadie nos dijo cuanto servia llorar, ni mama, ni papa quisieron enseñarnos el valor de las lagrimas, así que las personas nos damos cuenta de su valor cuando somos violados a los 3 años, cuando encontramos a nuestro hijo colgado y amoratado, cuando nos abandona nuestro padre, cuando nos dicen que moriremos de Sida, cuando nos rompen el corazón o cuando nuestra madre se va quedando sin cabello, sin fe y sin amor… 


Lloramos para liberarnos, para detener la necesidad de correr por las calles, de perdernos en la locura.  Cuando vamos creciendo no se nos permite cuestionarnos, por que nuestro patrón de vida ya esta tan establecido, crecer, nacer, reproducirse y morir.  Cuando nos rompen el corazón, cuando nos dejan sin alma, cuando quedamos sin consciencia, las lagrimas no suelen ser el único consuelo, por eso tendemos a correr, a despojarnos de las ropas, a lacerarnos el cuerpo, la mente y a desgarrarnos poco a poco por dentro.


Todos esos seres que ven por ahí corriendo, desnudos y sin consciencia representan la locura de la sociedad.  Ellos corren y se despojan de sus ropas para liberarse del dolor, para perderlo todo, al fin si ya perdieron a un hijo, un padre, un amor, no les queda nada.  Corren para no sentir, para que el aire se lleve la tristeza, se quitan las ropas, las avientan por ahí y quedan desnudos para regresar al principio donde no sabíamos que era felicidad o tristeza.  


Son seres que perdieron la razón por el dolor.

1 comment:

Larva ♓ said...

Tienes toda la razón, nadie nos enseña a manejar el sufrimiento, y es que es ahí precisamente donde está el detalle: SABER MANEJAR EL DOLOR.

Me gustó mucho tu blog.